Tan importante es mejorar tu relación con la comida como con tu cuerpo. La mayoría de personas que tienen una mala relación con la comida también la tienen consigo mismas y sus cuerpos.
Su forma de hablarse, de verse, de no respetarse en muchos aspectos y no querer sentirse, no tocarse o agarrarse las partes de su cuerpo que no les gustan con desprecio… lo demuestra.
Por lo tanto, lo primero que tienes que hacer es analizar cómo te hablas a ti misma, cómo te describes o te ves en el espejo (si es que te miras) y cómo te influye eso en tu día a día. No es agradable tener a alguien criticándote todo el día y menos si ese alguien seas tú. Así que:
Deja de hablarte mal.
Deja de despreciar tu cuerpo, deja de dedicarle palabras horribles, deja de valorar tu ser en función de tu físico. Que los cambios que hagas en tu vida sean desde el AMOR PROPIO y no desde el odio. De la otra manera solo conseguirás entrar en el círculo vicioso de negatividad, restricción, control excesivo, autoexigencia extrema. Trabaja tu autoestima y autoaceptación.
Deja la mentalidad de TODO O NADA.
Blanco o negro ¿por qué? ¡Si hay mil colores diferentes y preciosos! Esta mentalidad solo te lleva a tomar peores decisiones. Identifica esos pensamientos para poder cambiarlos y reformularlos.
Cambia tu forma de ver la comida.
No es tu enemiga ni algo que debas controlar. Quítale ese poder. Por un lado, céntrate en todo lo que rodea a la comida y no solo en ella (contexto, situación, compañía…). Y por otro, deja de pensar en calorías o en clasificar los alimentos como buenos/malos, engordan/adelgazan, apto/no apto. ¡Olvida eso! Por supuesto hay alimentos mejores que otros en cuanto a CALIDAD NUTRICIONAL pero no quiere decir que TODO tiene cabida en una alimentación saludable. Dicen que la palabra moderación es difícil de entender pero pienso que “a buen entendedor, pocas palabras bastan”. Todas las personas que me leen llevan años metidas en el tema de dietas y nutrición. Sabemos a lo que nos atenemos… A pesar de que hay mucha sobreinformación hoy en día y puede resultar difícil saber a quién creer. Lo primordial es entender que la comida es tu fuente de vida, de energía y de nutrientes. Come sin miedo, sin ansiedad y sin culpa.
«Cree en ti, en tu cuerpo, confía en él y dale la oportunidad de escuchar qué te pide y porqué.»
Haz este ejercicio:
“Si no tuviera una mala relación con la comida, si me diera igual engordar o no, si olvidara todas mis creencias y prejuicios instalados sobre la comida: ¿Qué comería? ¿Qué es lo que más me gusta comer? ¿Y de qué manera? ¿Con quién? ¿Dónde?” Y ponlo en práctica.
Recupera las ganas de comer lo que te apetece sin culpas. Y en relación a esto, añado el siguiente consejo:
Come siempre disfrutando y cosas que te gusten.
El PLACER es un factor clave e imprescindible para que cualquier dieta (como forma de alimentarse habitualmente) sea saludable y duradera en el tiempo. Si no disfrutas, se genera ansiedad y te llevará al descontrol. No te prohibas los alimentos que más te gustan porque sino se volverán irrenunciables. En cambio, si te los permites, eres capaz de autoregularte y liberarte de la presión, del control, de la restricción, de la culpa…
Deja de “intentar” controlarlo todo.
El CONTROL es una trampa mental muy extendida. Cuanto más quieres tener el control sobre algo, más te descontrolas. En la comida se traduce en cuanto más intento llevar rígidamente unos horarios, unas cantidades, unos alimentos concretos…más posibilidades tengo de que aparezcan imprevistos(cambio en el horario de trabajo, una reunión imprevista, tener que comer fuera de casa, una quedada improvisada con amigos…) y todo esto no tiene porqué arruinar tus progresos o resultados.
No es bueno estar siempre controlando todo lo que vas a comer, pensando constantemente en la comida, dándole vueltas y más vueltas. Que te sirva como herramienta inicial para aprender a saber las raciones que necesita tu cuerpo está bien, pero no lo utilices como una falsa sensación de control de algo que no es la comida.
Aprende a distinguir los tipos de hambre.
Ninguna es mejor o peor, todas tienen y cumplen una función. Esta rueda está inspirada en el trabajo de Ana Arizmendi.
Escucha tus señales de hambre y saciedad.
¿Tienes hambre? ¿Te suenan las tripas? ¿Cómo notas la sensación física? ¿Cómo te relacionas con el hambre? ¿Y con la saciedad? Te dejo por aquí una escala del hambre y saciedad para atender a tus señales:
Como Psicoterapeuta Estratégica experta en Dietética y Nutritición, te recomiendo seguir estos consejos para recuperar una relación natural y equilibrada con la comida.